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Si bien me acuerdo...

"Si bien me acuerdo..."Estaba en el Lubango a la puerta de un Hotel. Esperaba el "transporte" para el aeropuerto. Más un viaje "relámpago" en el pequeño jacto de la 'compañía'.

Si bien me acuerdo aún no eran seis horas de la mañana. En África el día comienza por el principio. Mientras 'miraba hacia nada', crucé mi mirada turbia de "nada" con el "nada" de la mirada de un señor que allí cerca se preparaba para más un día de trabajo.

Si bien me acuerdo aún no eran seis horas de la mañana. En África el día comienza por el principio. Mientras 'miraba hacia nada', crucé mi mirada turbia de "nada" con el "nada" de la mirada de un señor que allí cerca se preparaba para más un día de trabajo. A engrasar los zapatos de quienes, supo yo después, razones de sobra tendría para le 'engrasar el alma'. Pero el simpático señor, en su ya profecta edad, tampoco engrasaba por engrasar... Formaba parte de su día-a-día. Hay muchos años...

Si bien me acuerdo, me gustó el hombre. Tal vez porque su mirada turbia, "catarátcico" me acordara la mirada de un padre. Hablamos mucho, la espera fue larga.

Si bien me acuerdo.Hablamos del presente de Angola pero, sobre todo del futuro de nuestros hijos. Ahí, como en un golpe de teatro, apareció la hija del señor.
La hija del señor era, si bien me acuerdo, tan humilde y simpática como el padre.

Del cariño que, si bien me acuerdo (porque la esas horas no me suelo acordarse de nada) envolvía silenciosamente padre y hija sobresalía un sentimiento unilateral. Del padre. Obviamente autentificado,si bien me acuerdo, por su dedicada hija: La 'niña' de sus ojos ahora "catarácticos" tenía ganas de un futuro diferente del pasado que su padre, aún, cuando quería, se acordaba.

Estudiaba aplicadamente en la Universidad. Paga por el dinero que su padre, que, si bien me acuerdo, insistía en el ganar a engrasar los zapatos de quienes ni sabía que aquel señor, que allí "nacía", todos los días, no necesitaba de engrasar "mierda ninguna".
Tal vez, si bien me acuerdo, de las muchas palabras que intercambiamos, me quedé con la certeza de que, la única cosa que mi amigo engraxador, del Lubango, necesita de tener intocable para continuar vivo es su inmensa dignidad. Si bien me acuerdo, fue de las personas que más me gustó conocer.

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